Un real decreto de abril de 1983 dio el pistoletazo de salida para la implantación del cine X en España. Diez meses después abrían las primeras salas especializadas y algunos directores comenzaban a filmar pornos. Pero el arranque del cine X español tuvo una vida efímera. El 5 de marzo de 1984 se proyectó por primera vez en España una película X. Casi nueve años después de la muerte de Franco, el cine español cerraba un largo proceso de normalización que se había iniciado a mitad de la década de los 70 con los primeros desnudos en pantalla, la desaparición de la censura y el “boom” de las películas clasificadas “S”.
La tardía legalización del porno en nuestro país no favoreció la difusión de los clásicos del género. Las 22 salas X que lograron la licencia administrativa en diez capitales de provincia ofrecían una programación heterogénea que mezclaba cintas americanas de los gloriosos años 70, pornos recientes y la escasa producción española de la época.
Porque en España también se hacía cine X. Ya a principios de los 80, algunas películas, como “Apocalipsis sexual”, de Carlos Aured, o “Las calientes orgías de una virgen”, de Antonio Verdaguer, se habían distribuido en doble versión: una “soft” para España y otra “hard” para los países extranjeros en los que el porno era legal. Pero la primera película X española estrenada como tal fue “Lilian, la virgen pervertida”, de Jess Franco. Rodada en un principio como un filme “S”, la película se encontraba en pleno proceso de montaje cuando se formalizó la legalización del cine X en España, por lo que Franco introdujo una serie de insertos pornográficos para convertirla en “hard”. Jess Franco es uno de los múltiples seudónimos del prolífico realizador Jesús Franco, el auténtico padre del porno hispano. En compañía de su actriz “fetiche” Lina Romay, realizó entre 1983 y 1987 once películas X con escasos medios técnicos y una limitada nómina de actores. “Una rajita para dos” (1984), “Entre pitos anda el juego” (1985), “El mirón y la exhibicionista” (1986), “Falo Crest” (1987) o “Phollastia” (1987), algunos de ellos firmados por la propia Romay, fueron sus títulos más populares.
La aportación nacional al cine X se completó con directores como Ismael González (“Escuela de grandes putas”, “Mi sexo es pornografía pura”), Manuel Mateos (“Polvos bélicos”, “Greta y sus reuniones sexuales”), Daniel Figueroa (“Bragas húmedas”), Antonio Molino Rojo (“Caliente amor de verano”) y José María Cañete (“Cinco maneras dLina Romaye ver el placer”, “Si el matrimonio funcionase”) y un reducido y voluntarioso grupo de actores entre los que destacaban Verónica Arechavaleta, Emilio Línder, Mabel Escaño, Paco Catalá, Elisa Vera y José Llamas. Igualmente, los subgéneros gozaron de una pequeña parcela en el despertar del porno hispano, principalmente el sadomasoquismo (“Carmen y María”, de Tomás T.V.) y el amateur (la serie “Morbo”). Pero quizás la aportación más pintoresca al génesis del cine X en nuestro país fue “Regalo de cumpleaños”, dirigida por el realizador de cine convencional Jaime Chávarri (autor, entre otras, de “El desencanto” o “Las cosas del querer”).
La primera etapa del cine X español se cerró en 1987, cuando tras el estreno de “Phollastia” y “Falo Crest”, se vio sumido en una profunda crisis a causa de las cargas fiscales, la avalancha de películas americanas y la poca adaptación de nuestra industria al cada vez más consolidado mercado del vídeo. Los pioneros del porno español vieron cómo el género languidecía a finales de los ochenta para acabar desapareciendo completamente. Sólo a mediados de la década siguiente, el porno español empezaría a dar señales de recuperación.
LA “X” MATÓ A LA “S”
La legalización del cine X trajo como consecuencia inmediata la muerte del cine clasificado “S”, una chapuza que la Alejandra Grepi en Nefele y las seductoras de Lesbosadministración se había sacado de la manga para autorizar los filmes “soft” hasta la definitiva regularización del porno. Entre 1977 y 1982, 424 películas fueron clasificadas con el anagrama “S” entre filmes “soft” italianos y alemanes, pornos americanos y franceses en versión aligerada y producciones españolas. El cine español construyó una pequeña industria alrededor de este tipo de cine que reportó notables resultados comerciales. Algunos directores se foguearon antes de dar el salto al X y la presencia de actrices conocidas del cine convencional, como Alejandra Grepi (“Nefele y las seductoras de Lesbos”, de Omero Efstratiadis) o Azucena Hernández (“Las eróticas vacaciones de Stella”, de Zacarías Urbiola), añadió morbo para el público. Pero, sobre todo, el cine “S” hispano aportó una impagable dosis de “caspa” que ha hecho míticos títulos como “El fontanero, su mujer y otras cosas de meter” o “Sueca bisexual necesita semental”.
MARCADAS POR LA X
La legislación española que permitió la exhibición y comercialización de películas porno copió todos los vicios de su homónima francesa, por lo que el cine X nació en España marcado por el anatema de lo prohibido. El real decreto 1067/83, de 27 de abril, establecía una serie de trabas a las salas especializadas que iban desde la prohibición de mostrar información sobre la película proyectada hasta la exigencia de unas condiciones muy particulares sobre el aforo de los locales y su proporción en cuanto a número con el resto de salas de cine. Además, las salas X debían soportar el tipo de gravamen fiscal más alto y la mitad de su recaudación debía destinarse a un Fondo de Protección de la Cinematografía. No es de extrañar, pues, que pese al impulso incial de su creación, las salas X fueran languideciendo con los años hasta quedar en un reducto anecdótico en las grandes ciudades. De 1987 a 2010, su número total se redujo a la décima parte. Ahora hay escasamente tres en todo el país.